sábado, 20 de marzo de 2010

Escapada al pasado

Paul Willams dijo que “puedes volver al lugar pero no al tiempo”. Nuestra escapada al Tour D´Argent fue un intento de hacer ambos cosas.
Hay pocos restaurantes que aguanta la prueba de volver después de 25 años y encontrarlo “como siempre” y la
Tour D´Argent en Paris debe ser de los pocos que lo cumple, y con creces. Como también debe ser de los pocos restaurantes cuyos sala y servicio nos transporta a un Europa del siglo pasado – cubertería de plata y cristal fino, y sobre todo una atención exquisita y personal -- Toulouse Lautrec lo habría encontrado en cualquier brasserie --pero hoy en día casi no existe ya en restauración, ni siguiera la más alta.
Así que encontramos “nuestra” Tour D´Argent igual que en nuestra luna de miel –su servicio impecable, su canetón única y sus vistas del Sena y Notre Dame. Para ella no había pasado el tiempo, y para nosotros, durante esa comida, casi casi tampoco.
Teresa

Tour D´Argent

Cada cierto tiempo Teresa y yo nos escapamos para ver como está el mundo fuera del nuestro, es saludable y nos hace pensar en ideas y otras alternativas que no sean las que te marcan el día a día.
Esta vez la escapada a sido ir a comer a un restaurante que nos trae buenos recuerdos y la imagen de cómo debe ser un buen servicio, La Tour D´Argent en Paris. Este restaurante de historia dilatada y que sus últimos propietarios llevan 5 generaciones en el negocio ha sido y es la quintaesencia del restaurante de estilo clásico. Ubicado en el Quai de la Tourneille dando vistas a Notre Dame y mirando al Sena viendo pasar a los Bateau Mouche, no hay sitio más estratégico en Paris para apreciar el estilo de restauración de la gastronomía francesa. El restaurante ocupa todo un edificio que hace esquina, en la puerta de la calle te recibe un portero con librea que llamara a un chofer de la casa que te aparcará el coche, en la sala de entrada una señorita elegantemente vestida te guardará las prendas o bultos innecesarios, y un valet te acompañara hasta el ascensor pasando por una sala de espera con una barra de bar y cómodos sillones rodeados por fotografías de casi toda la nobleza, vida cultural, política deportiva y económica de los dos últimos siglos que han comido o cenado allí, incluida la mesa para cuatro conservada con los cubiertos, la vajilla y el menú que tomo el Zar Nicolás II de todas las Rusias.
Antes de entrar en el ascensor un camarero de rango confirma tu reserva y comprueba con una mirada disimulada si estás correctamente vestido (chaqueta y corbata obligatoria en las cenas y aconsejable en las comidas) el ascensor naturalmente con un ascensorista nos deja en el comedor, séptima planta, techos altos con unos ventanales en chaflán con vistas a Notre Dame, el Sena y la mitad de Paris, que quitan el aliento. Nuestra mesa estaba situada junto a los ventanales, íbamos política-correctamente vestidos, dos pobres parejas, ellos sin corbata, los arrinconaron en la parte de los desheredados, donde el resto del comedor no los podían ver, pequeña venganza del imponente Maître Sala que manejaba un ejercito de Sumilleres, camareros de distintos rangos identificados por el color de su pajarita, blanca o negra y ayudantes de camareros con sus mandiles blancos impolutos.
Como podéis suponer con toda esta coreografía antes de sentarte en la mesa lo que pretenden es que te sientas atendido como un Zar y a la vez estés desarmado y no te atreves a decir algo como, ¡¡a mi solo me apetece comer una tortilla francesa y un tomate con aceite y sal!!
Lo clásico aquí es comer el Caneton, un pato pequeño criado especialmente para la casa y que vienen haciéndolo desde 1890, al final te entregaran una tarjeta con el numero de pato que has comido, en este caso el 1.098.048, el anterior que comimos fue el 853.266.
La preparación también es espectacular, el pato te lo presentan asado en bandeja de plata, lo deshuesan ante ti y reservan el magret y el confit, el resto lo prensan con un aparato de hace dos siglos y con el jugo y la sangre hacen una salsa especiada que lo sirven con el magret, el confit lo sirven crujiente, si a esto le unes un vino de los mas de 50.000 que tienen en su bodega y unos clásicos Crepes Suzzetes de postre, habrás cumplido con la cumbre de la gastronomía francesa.
Pero lo importante no era la gastronomía que en este caso no nos decía nada fuera de un buen producto y la excelente preparación, lo importante fueron los detalles. El imponente Maître Sala no fue agobiante ni intentó imponer nada que nosotros no quisiéramos, el sumiller y su ayudante sabían de que hablaban y comentaron con acierto las características de los vinos, los camareros sirvieron siempre correctamente, no se cruzaros nunca, olían bien, las manos y las uñas las tenían cuidadas, podían responderte en por lo menos tres idiomas, la vajilla, la cristalería, la mantelería, no tenían ningún fallo, ni pequeñas roturas o desperfectos, la iluminación y la sonoridad eran adecuadas y el servicio en definitiva y a pesar de ser una legión, no se notaba.
Y digo esto porque en los últimos años hemos comido en restaurantes mas estrellados y galardonados donde todo lo dicho anteriormente fallaba estrepitosamente.
Bueno esta ha sido nuestra última escapada para ver como anda el mundo por ahí fuera.
No se me ha olvidado, el precio, mereció la pena y no me costó nada pagar la factura salí contento y agradecido. Paco

lunes, 15 de marzo de 2010

La escapada anual

Una vez al año nos escapamos con todo el equipo de El Milano Real y este año ha tocado San
Sebastián. Aunque se supone que eran unas vacaciones, nuestro amigo Ignacio Muguruza, quien tiene su hotel restaurante el
Atalaia en Irún, nos tenía preparado un programa que de turista no tenía ni un pelo.
Podéis ver las fotografías del viaje en Facebook; levantarnos a las cinco de la madrugada para ver la subasta de pescado en la lonja de Pasajes, nieve en Biarritz, visita a empresas de pato y de bacalao. Pero no todo era trabajo, nos dimos unas buenas panzadas de comer--- en el Atalaia, en catas de sidrerías y muchos pinchos en el barrio viejo de San Sebastián. Para terminar, almorzamos en Burgos con nuestra amiga Isabel en
Fábula

Volvemos descansados, con unos kilos de más, y con muchas ideas para la temporada de primavera/verano.